LA RISA DE LA LUNA
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ALAS AL VIENTO
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SÁTIRAS FEMINISTAS
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DE LUZ Y SOMBRA
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RETALES DIVERGENTES : PRÓXIMA PUBLICACIÓN
ALGUNOS POEMAS, MUCHOS DE ELLOS INÈDITOS
Fecundas las horas
con su carga
de luciérnagas dislocadas
y la melena ondulando
bajo la risa de la luna.
Nos enlazaba el aire
con su aliento de novicia;
las arrugadas sábanas
sudando bajo nuestros poros.
Soñamos futuros de luz,
lejanas promesas,
envueltas en un vendaval
de presagios.
Gracias
por tu constancia.
Gracias
por tu amor
-pequeño, pero fiel-,
por estar ahí,
esperándome,
en el sosiego
de las siestas.
Si me das la mano
y la aprietas,
me estarás regalando
la pared
inquebrantable
de un futuro a dos;
el muro
de granito
que se incrusta
en la tierra reseca
de años compartidos
Quiero atrapar
tus pensamientos,
hacerlos míos;
amalgamar
las vivencias
de tus años
nuevos
y mis tiempos
lejanos.
Me convence tu mano;
me recupera sensaciones
olvidadas entre las
hojas de mi libro de vida.
Me erizas en el susurro,
derrites mi escudo
con tu aliento de ave
encelada.
Deprisa, rebusco
vestigios de juventud
en los escondites
de mi cuerpo.
Por fin los encuentro,
y los acuno,
para ofrecérselos,
vírgenes de nuevo,
al ansia gozosa
de tu empeño.
Viérteme en el cenit de tu crepúsculo,
invéntame nuevas latitudes,
deja que penetre
en la ultratumba de tus sentidos:
desnuda, despojada de piel.
Dime cómo gime una brizna de rocío,
méceme en los surcos de tu duda,
acaricia mi esencia de mujer sin almohada:
ávida, consciente de un ayer de mariposas.
Voy llenando mis muertas soledades
con retazos de frases adobadas:
palabras que nacen
del limbo de mis ancestros
y buscan esa rendija
que las deje penetrar
en mis sentidos
para que se me derramen
por los poros,
uno a uno y sin tropiezos,
versos de tierra,
canciones de luz.
Huyamos de las dudas,
enfrentemos
nuestros sentidos
a la pérfida
fusión de los naranjos.
Efervescencia de aromas
en la piel del alma
y la costra de esa duda,
quebrándose,
agrietándose,
como yermo barro
bajo un sol nefasto.
Si mi cuerpo,
ya usado,
fuera pájaro nuevo;
si supiera soñar una rendija
en mi jaula de miedos;
me sentaría,
gozosa,
junto al dulce camino
por donde tú pasaras
en tu tarde de otoño
implorando,
mendiga,
con las manos abiertas:
un poema de viento,
la huella de tu voz.
Tu cabeza en mi hombro,
con la tibieza de plumas
desconcertadas.
La almohada
de mi piel,
recibiéndote,
acunándote:
entrega
de dulce membrillo.
Cuando no sea para ti
más que un
recuerdo
en la sombra del
tiempo,
quizá el azar de
tu mano
elija este libro,
perdido
en la galaxia de
la biblioteca
-donde siempre permanecerán,
cosidos,
los ecos de nuestros gozos-
y, al abrirlo,
volará
por todos los rincones
de tu memoria,
la esencia de una mujer
que se acurrucó,
dulcemente,
en el nido de
tu madurez.
Jardineros de un campo de futuro,
sembramos semillas
cuando aun no era el tiempo.
Pero, el germen madurará,
despacio, en el recuerdo:
medidos los ritmos del mañana
en un nuevo metrónomo
de inventados tiempos.
La ilusión no se ha muerto;
sólo estaba dormida.
A las gotas de hiel
de un ayer de pasiones,
el aire de mis sueños
traerá nuevas sonrisas.
Un bosque de naranjos
para tu frente amarga;
aroma de jazmines,
de lirios y azahares.
Soñaremos, unidos,
las flores del mañana,
más pálidas, si quieres;
de un aroma sutil,
pero, dulces y etéreas
como alas de cangrejo.
Caen, lentamente, sin pausa,
las hojas de mi otoño,
pero la savia sigue intacta,
rejuvenecida en su esencia.
Y, seguiré volando,
-viajera de nubes-
por las cimas más altas,
por los valles
de cerezos en flor,
libando,
por los aquelarres de la vida.
Cadencias de nubes
agonizantes de silencio
y el monótono retorno
del vacío sin ti.
Volteo de campanas
con ritmo descompuesto;
paladas de segundos
en el limbo del olvido.
Es infinita la espera
tras la huida del tiempo;
se hace eterno ese segundo
que ya no quiere ser.
Como gusano de luz,
cual linterna de
crepúsculos, tejeré
-las manos llenas
de pétalos de sol-
una túnica de estrellas
con que alfombrar tu casa,
para que no se arruguen
tus pasos, y sepas,
por fin, encontrarme.
Siempre habrá un hombre
que desquicie tu vida,
te confunda el alma,
trastoque tus sentidos.
Siempre "ese hombre",
esperándote
en un tiempo del camino;
en cualquier recodo.
¿Por qué retuerces
los rastrojos de tu sueños?
¿Por qué se inunda
tu aliento de soledades?
¿Quién esparció por el éter
los cristales rotos de tu alma?
¡Incrústate en mi piel;
vomita tu dolor
en la almohada de mi pecho!
Despertarás del llanto,
renovado.
Se me mezclan
las sílabas...
Se me enredan
palabras......
¡No sé si estoy viviendo....!
Se nubló la voz de mi sonrisa.
¿Dónde estará
el límite de mi precipicio?
Parado el ritmo cotidiano...
Autómata en la sombra...
Espera constante...
¡Esa nausea eterna
que atraviesa mis días!
No quiero
que te pierdas:
en silencios,
en dudas,
en inútiles batallas...
Cuando barras la niebla
que inunda tu montaña;
cuando limpies tus sueños,
sin dormirlos,
presentirás mi mano
tendida hacia el futuro.
Cuando, por fin,
la tomes;
cuando tus dedos
conozcan
la yema de mis dedos
y sientas
el roce sutil
de mis deseos:
se te abrirán las rosas,
se te abrirán los versos,
comprenderás la luna,
inventarás el viento...
Me amanece el sol
en los tejados
del viejo Madrid.
Pasan,
incansables de vuelo,
los vencejos del tiempo.
Se me van los días
de las manos
pero no dejo que se escapen
las horas sin vivirlas,
segundo a segundo,
degustando el paso
de esos años
que me añaden flores,
y me dejan un rastro
de fuegos de artificio.
Los vivo y los atrapo
para que permanezcan
cosidos a mi piel
hasta que me marchite
y decline,
forzada,
la cabeza.
Ahora que puedo
me cuelo
por la rendija de la poesía,
y te columpio
en un rayo de esperanza.
En mis manos,
llenas de luz,
te entrego
un ramo de estrellas
mirándose
en el charco de tu noche.
Para ti, haré que brote
una paloma
de la manga de Dios.
Y, surgirás
de tu cárcel de crisálida:
mariposa fugaz,
deslizándose
por las ramas del aire:
libando
en los aquelarres de la vida.
Abrazarte:
un sueño,
casi una quimera,
el deseo más profundo
de mi invierno
hecho realidad
entre mis manos.
Entregarte
en cada gesto
el universo;
olvidarme del mundo,
volver a nacer cada mañana.
El mejor regalo
en muchas vidas.
Saber que ¡YA!
no he de soñarte;
que ahora podré,
junto a tu cuerpo,
borrar,
con cada verso,
una tristeza.
Sonámbula de vidas,
navego, errante,
por la sombra
de tu sueño.
Soy el soplo
de ese viento
que roza
nuestros cuerpos,
ya desnudos.
Prenderme en tu sombra
masticar ternuras,
recuperar llantos
dejando a un lado ausencias.
Trozos de mí
que van quedando
prendidos
en los espinos
de mis amores tardíos.
Con unas migajas
sigo adelante;
tan sólo
con una sonrisa;
una mirada tierna
escondida
tras la sombra
de tu bosque;
una palabra
que huye
del corazón;
una mano
tendida en el vacío.
Sólo
una migaja
y sigo adelante
con este amor que
-a veces-
me quiebra el alma.
¡Me muero
en la duda
de saber
si sabes
que soy!
¡Te digo que
con una migaja
me basta
y no
te das cuenta!
No llega hasta ti
el eco
de mi risa triste,
la súplica
muda
de mis ojos,
las palabras
escritas
en todos los
rincones
de mi duda
que, por orgullo,
jamás te mostraré.
Es tan pequeña
la migaja que te pido
que pasan los días
sin saber si existo
y me consuela,
tan sólo,
una palabra tuya,
un rumor,
tu voz lejana,
el presentimiento de un
"te quiero"
prendido,
con alfileres
de futuro,
en la esquina
de tu olvido.
Reverencias de sombra
en una triste tarde;
soledades ocultas
por la escalera
de un libro.
¡Olvida,
vuelve,
deja!
¡Es otra la vida;
ya no queda nada!
Sólo el eco,
latiendo;
la irreverente memoria;
el fugaz invento
de la felicidad.
Caracolas de sueño
en el laberinto de la
vida.
Y, el cuerpo, indómito,
Que se deshace,
se vierte en surcos.
La espera
se me inunda
de charcos
de soledad;
cruel espejo
de decepciones
y ambigüedades
inconfesas.
Eternos,
se deslizan
los segundos
dejando
al descubierto
un páramo
de alas
dolientes.
El alma
se me duerme
entre las manos
y caen, sobre
mi yerma almohada,
pétalos
de oxidadas orquídeas.
Esa tarde, lluviosa, de otoño...
El ascensor de mi vida
no tiene motor,
ni cables, ni poleas.
Por no tener,
no tiene
ni una caja de madera,
o de aluminio,
o de lo que sea.
El ascensor de mi vida
es un aliento dulce
que me impulsa
hacia el ocaso
con paradas
en todas los pisos.
Pulso sus botones
y me voy quedando,
a ratos,
en las escaleras
del tiempo,
entrando y
saliendo,
degustándolas,
hasta saber
qué es lo que
me motiva.
El ascensor de mi vida
nunca sube en vertical.
Salta de una flor
a un cardo;
de una nube
a la cueva
más profunda,
con escalas
intermedias
hechas de ráfagas
de cuentos,
de llantos infantiles.
Se me puede tachar
de inconstante.
Y, no es cierto
porque,
cual ave despistada,
sigo buscando
en los posos de la vida;
palpando
retazos de costumbres,
el rastro de otras vivencias.
Y, los voy pisando,
despacio,
de puntillas,
hurgando en cada herida dulce
que encuentro
en mi sendero.
Entonces sí;
entonces la atrapo,
y la retengo,
y la visito,
constante,
día a día,
absorbiendo
su remota esencia.
Mientras pueda,
no dejaré que el ascensor
se detenga en pisos
vacíos de sueños.
Será la anónima
mano del destino
la que pulse
el siniestro botón
de la parada.
Cada día que uno vive,
es un regalo en el tiempo.
Cada viaje disfrutado,
un diamante para el alma.
Hay tantos caminos
esperando nuestra huella;
tantos sueños por atrapar,
que el corazón, siempre joven,
sensible a cualquier mudanza,
ha de abrirnos nuevos cauces,
otras rutas que ahí están.
Ayer soñábamos la copa de los pinos
en añoranza de frutos compartidos;
bailábamos la música con alas
multiplicadas en caleidoscopios de luz;
presentíamos flores de un futuro incierto
en cada soplo de aire inmaculado,
deslizando añoranzas
en nuestra bolsa de invierno.
Y, ahora, transcurrido el tiempo,
cuando las copas de los pinos crecidos
no nos dejan ver el mar
y se multiplican hongos
de absurdas civilizaciones
minando nuestro sosiego,
debemos huir hacia un mundo distinto,
abandonar paraísos que fueron,
buscar en las dunas del aire
otro espacio vacío de excrementos,
inundado de esperanzas.
Se deslizan los años
entre rendijas de sueños:
repetitivos caminos
ya sentidos.
Rescoldos de vivencias
horadadas por el tiempo;
surcos en mis días,
y el fluir de la sangre
amamantando esperanzas.
¡Así no puedo escribir!
¿Quieres que deje
la fregona, la plancha,
el plumero, la escoba,
el cazo, la sartén...
y tome
en mi mano
indómita
un bolígrafo cualquiera
como gesto cotidiano?
¡Imposible!
He de volcar mi alma en la voz,
el corazón en los dedos...
Para ello
tendré que tomar
el primer tren sin destino;
liberarme de los
eternos fardos
que pesan
sobre mis hombros
-ya algo doloridos;
a veces, cansados-
Y, volar,
huir,
aislarme...
Dejar de mirar
sin querer ver,
para ver,
queriendo mirar.
Necesito horizonte,
un aire limpio,
el mar,
una palmera
y un naranjo.
¿Lo demás...?
Poco importa:
bolígrafo,
ordenador,
pluma de ave...
Porque la
inspiración llegará sola
al borde de mis dedos.
Y, entonces, sí.
entonces
podré vomitar
esos poemas
que luchan por surgir,
sin que lo cotidiano
les deje SER.
La luz de la tarde tamiza los deseos,
se derrama, candente, en la lejanía;
vierte en nuestro espíritu
madejas de soledad.
Unas velas de sueño rompen el infinito
jugando con los vientos de poniente:
elegantes y ágiles mariposas de siesta.
Las gaviotas mecen su espera en las olas,
rasan el mar irisado de plata
con un afán de siglos en sus alas.
Abandono el escondite de sueños
para saciar
mi sed de esperas;
sed de paz acompasada
por la tímida brisa.
Sábanas, mantas,
colchas, fundas,
un buen colchón.
Nacer, dormir,
amar, sufrir,
morir
La cama: un resumen de vida
Es inútil que esperes,
ante tu puerta,
el paso
del cadáver
de tu enemigo.
Los enemigos
se esconden,
se agazapan
entre los destellos
del televisor,
en las letras
de los periódicos,
tras las grandes mesas
y los serios secretarios;
en las Avemarías
y las falsas palabras.
No los esperes nunca
a la puerta de tu casa:
tus peores enemigos
son completamente invisibles.
Crecimos con sentimiento de PECADO,
con las palabras cambiadas de contexto;
condenados al fuego eterno
por las viejas sotanas
que nos obligaban a arrodillarnos,
a humillarnos, a confesarnos culpables.
Crecimos con nuestra MENTIRA condenada
por la MENTIRA de los otros,
agazapada en las "cuatro esquinitas tiene mi cama".
Y cuando, por fin, pudimos escapar
al pecado de soñar,
cuando despertamos del letargo de la infancia
e intentamos atravesar el camino de hierro
de la realidad, constatamos
asombrados, estupefactos,
que MIENTEN
los que nos condenaban al infierno,
que MIENTEN los que nos bañaban
con discursos solidarios,
que, incluso, nuestros padres
MENTÍAN la realidad cotidiana.
Y tuvimos que reciclarnos, trasmutarnos,
olvidar consignas para asirnos a la tabla
de salvación de nuestras propias
MENTIRAS CONSENTIDAS.
Sábanas, mantas,
colchas, fundas,
un buen colchón.
Nacer, dormir,
amar, sufrir,
morir
La cama: un resumen de vida
Insolidario el sendero,
la tierra árida,
la mano hostil.
Insolidarios los hombres,
el pan, el agua,
el horizonte.
Tierra que caminas,
errante,
como perro
de huella olvidada:
seca
la esperanza
de futuro.
El peligro,
rozándote:
liebre perseguida
que quiere
hacer hogar.
Ignorados hermanos
de otras razas,
secos
y punzantes.
Nos inundan,
se incrustan
-hacinados-
en barrios
polvorientos.
Muchos,
perdidos:
nutriéndose
-ansioso de almas-
el indómito mar.
Y, seguirán lloviéndonos:
los muertos,
como fardos;
los vivos,
como muertos.
No hay muros
de agua
para el hambre
(Durante la guerra contra Irak)
La orilla opuesta de la vida;
el salto a la oquedad.
Nada ni nadie
en el vacío más inhóspito
del vértigo.
Manos que
atrapan,
oprimen,
estrangulan,
torturan,
encelan la existencia
concebida como
inalterable.
Un hueco
en la sombra del
alma;
los llantos asidos a una
soledad
sin esperanza:
rabia
entre plomo y llagas.
La súplica, el rezo.
No importa la religión.
Nada alcanzará
al inasible
¡¡¡Dios!!!
que nunca se conmueve.
Un Dios,
el que sea,
con los puños cerrados,
las pupilas sin llanto;
una piedra en la sima del
corazón.
Mueren,
sedientos de paz,
los niños
-de ojos grandes y secos-
con un dolor sin lágrimas:
adultos ya, antes de ser.
La inocencia herida;
el juego mutilado;
la espera adormecida
en el tumulto de la
NADA.
Arden mil fuegos:
misiles de
ultratumba.
El astado vence;
¡YA NO SIRVEN PLEGARIAS!
(Poema satírico en sencillas cuartetas)
- Hablan dos ancianos, recordando sus años mozos-
Él propone:
Ya sé que estás casi ida
y yo estoy medio baldado
más, volvamos al pasado
antes de la despedida.
Iremos a aquél lugar
que cobijó nuestro gozo
escondidos tras el pozo
que había junto al lagar.
... Pero, al llegar...
¿Dónde estará nuestro río
de agua tan trasparente
donde lavabas tu frente
con aguas de regadío?
¿Por qué el trigo ya no brota?
¿Por escasez de humedad
o será que la Comunidad
ha retirado la cuota?
¿Eso que vemos pasar
fue aquél frondoso regato
que ahora, con los sulfatos,
no sirve ni pá fregar?
¿Y que son aquellas labras
allá por los horizontes
justo al pie de nuestros montes
donde pastaban las cabras?
Acerquémonos, cariño;
vayamos por la vereda
con la sillita de ruedas
que me huelo algún pestiño.
Y, al acercarse
¡Pues vaya con la movida!
¡Lo que ayer fue paraíso
ahora son chalets y pisos
y viviendas protegidas!
_
En noches absurdas
de retales de versos
te esperaré escondida
tras la tercera nube a la izquierda.
Si subes hasta mí
con tu escalera de hielo,
cerraré la ventana de aire
con un sonido seco.
Pero, si vienes a mí
desplegando tus alas
de cigüeña tardía
-en el gesto la inocencia de un beso escondido-
te regalaré un algodón de azúcar
sonrosado por el sol de la tarde.
(Poema musicado por la cantautora Estela Bernal)
Como niña de mayo,
te sueño:
la añoranza a flor de espera;
el vértigo de los sentidos
latiendo en oleadas de sol.
Como niña de mayo,
te presiento:
la ilusión reverdecida
en las esquinas de mi piel,
navegando por mis cauces.
Como niña de mayo,
te espero:
la eternidad de un segundo
en el ansia de las horas
que ya viven tu aliento.
¡De nuevo niña de mayo
en mis años gastados!
(Poema musicado por la cantautora Estela Bernal)
Dame una mano
y, de crisálida opaca,
te transformaré
en mariposa de sol.
Regálame una palabra dulce,
y lloverán sobre tu espalda
miles de edelweiss
venidos de las cimas
de nieves perpetuas.
Dame un beso en la mejilla
y volarán
cientos de luciérnagas
en la noche sin luna.
Regálame tu amistad
y te escribiré
un camino de nenúfares blancos
para hacerte feliz.
No soy capaz de tender la ropa
perfectamente colocada en la cuerda
y sujetarla con pinzas de colores.
No soy capaz de cocinar
siguiendo recetas de Arguiñano
o de Arzak, incluso de Simone Ortega.
No soy capaz de coger la aspiradora,
enchufarla y absorber, con pausa,
el polvo tontamente acumulado.
Al planchar, no soy capaz de doblar
con mimo,
camisas, sábanas, pañuelos y toallas,
incluso calzoncillos de algodón.
En resumen, no soy capaz de ser,
lo que se dice,
una auténtica ama de casa.
Y, sin embargo, aunque mal.,
tiendo la ropa, cocino, limpio y plancho
y, además, PIENSO
Nos encontramos hollando
veredas perdidas.
Dejé que me siguiera.
Todavía me pregunto por qué.
Era dócil y agradable;
quizá, anodino. Un tanto triste.
Durante meses surcamos horizontes.
Se podía soportar.
Hasta aquél día en que trató de imponerse.
No lo pensé dos veces:
tuve que devolverle a la perrera.
New York
es perderse por sus calles;
toparse,
puertas abiertas,
con el delirio de lo absurdo.
New York
es aquél rincón
del Rockefeller Center
con esculturas de Massip
y setos de flores amarillas.
New York
es, también,
aquella pobre negra
que repetía:
"Please, help me!!;
please, help me!!,
recorriendo,
de punta a punta,
el vagón de la línea 6 Down Town,
sin que nadie
escuchara sus lamentos.
New York
es, además,
el viejo metro
de paredes corroídas,
techos resquebrajados,
vigas oxidadas
y cables mecidos
por la brisa oscura
que desplazan
sus decrépitos vagones.
Pero, también,
ese patio acristalado
en la Madison Avenue,
donde tomo el sol
y escribo,
rodeada de seres acelerados
que toman su sándwich del medio día.
Una dulce sensación,
en medio del caos;
ese calor que me adormece
y me adormece.
Nubes de caramelo
en la nostalgia de la tarde
y aquellos pájaros
que rompen la monotonía de la luz.
No se siente el atardecer en la brisa;
los árboles, desnudos de invierno,
sueñan un remoto verdor.
Tanta paz sobrecoge,
alerta los sentidos,
esconde el dolor
de esta inhóspita ciudad.
Juego de futuros
agazapados en sueños retadores.
La noche camina por mi sangre
salvando obstáculos
hasta alcanzar
la luz abierta de mis pupilas
y diluirse
en pequeñas estrellas de recuerdos.
El tren que corre por mis venas
va dejando, atrás,
estaciones de dudas
y dolores incrustados
en las traviesas de tiempo.
Los raíles de hierro
de la memoria
corren paralelos,
sin nunca encontrarse,
hasta que,
finalmente,
desemboquen
en un campo de margaritas blancas.
Nubes de caramelo
en la nostalgia de la tarde
y aquellos pájaros
que rompen la monotonía de la luz.
No se siente el atardecer en la brisa;
los árboles, desnudos de invierno,
sueñan un remoto verdor.
Tanta paz sobrecoge,
alerta los sentidos,
esconde el dolor
de esta inhóspita ciudad.
Juego de futuros
agazapados en sueños retadores.
Construir un sendero
sin rumbo
para ir de la mano.
..
El deseo no vuela con los años;
es como una antorcha apagada
que prende
con un soplo sutil en el cuello.
..
Cada día un poema,
para que no se apague,
en ausencias,
el rescoldo de mi amor.
..
Imposible.
Tu línea recta
nunca se encontrará
con mis curvas.
..
No eres más que un punto,
una cabeza de alfiler,
el grano más pequeño
en la tierra de mis tiestos.
..
Las aristas del alma colgadas
en una percha
del armario de los sueños.
..
Perro faldero
que esperas, silente,
una caricia;
un gesto que te invite
a comer de mi mano.